Recientemente prediqué un sermón en mi iglesia, Enfoque, acerca de 1 Corintios 1:1-3. Aquí es el texto y unas oraciones que dije:
(1) Pablo, llamado por la voluntad de Dios a ser apóstol de Cristo Jesús, y nuestro hermano Sóstenes, (2) a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros: (3) Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz.
En esta iglesia para juntarse a la membresía tienes que ser bautizado. Y cuando digo bautizado, estoy hablando… del bautismo bíblico. El bautismo comunica una verdad del evangelio que no podemos perder, no podemos olvidar. … La inmersión en el agua muestra que has sido sepultado y después, cuando levantas, eso muestra la resurrección de Cristo, y nosotros queremos pronunciarlo. No queremos ocultar el evangelio.
“A los que han sido santificados en Cristo Jesús.” Eso suena como algo que puedes oír en una iglesia. Cuando vas al trabajo no vas a oír tu gefe decir algo acerca de la santificación. Cuando vas a un partido de fútbol no vas a oír alguien decir algo acerca de la santificación. Parece como una de las palabras que solo existe en la iglesia, y en la mayoría de las veces, sí es. Pero no porque es una palabra religiosa, sino porque es una palabra que habla de nuestra relación con Dios, y al mundo alrededor de nosotros no le importan las cosas de Dios. Por eso ellos no van a hablar de la santificación.
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