sábado, 24 de marzo de 2012

¿Está enojado Dios con los pecadores?

A nosotros nos gusta citar Juan 3:16 y enfocar en el amor de Dios para con nosotros. Decimos cosas como “Dios odia al pecado, pero ama al pecador.” Debemos afirmar que Dios nos ama... Lo voy a repetir porque sé que algunos no van a entenderme: Debemos afirmar que Dios nos ama, pero no debemos negar la enemistad que existe entre Dios y el pecador porque es una parte integral del evangelio.

En Romanos leemos, “Porque, si cuando éramos enemigos de Dios fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo, mucho más ahora, que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida” (Rom. 5:10, RVC)

si cuando éramos enemigos de Dios... Esto significa que había enemistad entre nosotros y Dios. Esto no es meramente la separación, como “Dios no puede estar en la presencia del pecado.” Cambiaría el infierno en un tipo de depósito de materiales peligrosos. El pecado es rebelión, y la rebelión hace a Dios nuestro enemigo y vice versa.

fuimos reconciliados con él... La reconciliación es un término bien importante en cuanto a la salvación. En 2 Corintios Pablo dice que “nos dio el ministerio de la reconciliación” (5:18). Se usa para describir lo que pasa cuando dos personas que están en contra de sí se reunen en armonía.

mediante la muerte de su Hijo... La muerte de Jesús no sólo fue paga por o cubierta del pecado. Fue satisfacción de la ira de Dios. Lo que merecíamos, él padeció. La ira de Dios fue derramado sobre él. Cuando Cristo ora que se quitara la copa antes de la crucifixión, fue la copa de la ira de Dios. Las imágenes del Antiguo Testamento y el Nuevo hacen que esto sea claro.

Si todavía no estás convencido, considera algunos otros versículos:

Y también a ustedes, que en otro tiempo eran extranjeros y enemigos, tanto en sus pensamientos como en sus acciones, ahora los ha reconciliado completamente en su cuerpo físico, por medio de la muerte, para presentárselos a sí mismo santos, sin mancha e irreprensible (Col 1:21-22).
No queremos pensar en nuestros pensamientos y actividades como algo hostil a Dios. De hecho, preferimos creer que somos “gente buena” y que buscamos a Dios. Pero antes de ser reconciliados a Dios, somos enemigos en necesidad de reconciliación.
...Seguíamos los deseos de nuestra naturaleza humana y hacíamos lo que nuestra naturaleza y nuestros pensamientos nos llevaban a hacer. Éramos por naturaleza objetos de ira, como los demás (Efe 2:3).
Quizás esto es el versículo más claro que hemos leído hoy. En un tiempo, éramos dados al pecado. Buscábamos agradecer a nosotros mismos con cosas mundanas, y por eso “éramos por naturaleza objetos de ira, como los demás.” La esperanza de la humanidad sin Dios es ira y juicio.

De regreso a Juan 3:

Un poco más adelante de Juan 3:16 encontramos al versículo 36: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios recae sobre él.” Los que no son cristianos están debajo de la ira de Dios. Esta información es necesario para entender lo bueno de las buenas noticias. El que cree en el Hijo tiene vida eterna. La ira de Dios ya no recae sobre él: ha sido reconciliado a Dios.

Entonces, ¿cómo podemos “reconciliar” esto con Juan 3:16? Hay que recordar que estos versículos no están en contra de sí. Si podemos imaginar un padre que ama a su hija cuando la disciplina, ¿podemos concebir de un Dios que está enojado, que reserva su ira (que es una emoción) por el pecador y lo ama al mismo instante? Hay que hacerlo, porque eso es la esencia del evangelio. Cuando nos damos cuenta de que Dios reserva su ira para el pecador, su amor por el pecador es aún más asombro a nuestros ojos.


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