lunes, 25 de marzo de 2013

Ejercitando Discernimiento en el Cine

Como cristianos lavados por la sangre de Jesús, una de nuestras metas debe de ser “que él crezca, y que yo decrezca” (cf. Juan 3:30). Es decir, queremos que las características de Dios en la vida de Jesús se reflejen más en nosotros que las características del pecado y la rebelión en las cuales estábamos antes de creer en él. Hablando del crecimiento espiritual, el autor de Hebreos dice, “El alimento sólido es para los que ya han alcanzado la madurez, para los que pueden discernir entre el bien y el mal, y han ejercitado su capacidad de tomar decisiones” (Heb. 5:14). Si nosotros queremos ver más de Jesús y menos de nosotros en nuestras vidas, hay que ejercer el discernimiento en nuestras decisiones diarias, incluso en lo que vemos en la televisión y el cine.

Aunque hay una multitud de opciones, el creyente necesita ser más selectivo en cuanto a lo que él verá o no. No debemos de tomar decisiones acerca de lo que dejaremos entrar en nuestros ojos y oídos (o los de nuestra familia) sin considerar cómo el programa o la película relaciona a nuestra vida en Cristo. Él nos llama a una vida de santidad.

Considerando esto, tengo algunos pensamientos acerca de cómo podemos buscar edificarnos con nuestras decisiones en cuanto a las películas en vez de deshacer la santidad que Cristo está construyendo en nosotros:
  1. Busca lo virtuoso. Pablo les escribió a los filipenses: “Por lo demás, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo honesto, en todo lo justo, en todo lo puro, en todo lo amable, en todo lo que es digno de alabanza; si hay en ello alguna virtud, si hay algo que admirar, piensen en ello” (Fil. 4:8, RVC). Debemos de mirar películas que nos hacen pensar en estas cosas. Esto no significa que no podemos ver películas que incluyen personajes que pecan, pero sí significa que no debemos de ver películas que glorifican al pecado.
  2. Evita lo malo. Pablo también advirtió a los efesios: “No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, con el cual ustedes fueron sellados para el día de la redención. Desechen todo lo que sea amargura, enojo, ira, gritería, calumnias, y todo tipo de maldad” (Ef. 4:30-31). Aunque Pablo tenía en mente las actitudes y acciones de sus lectores, el principio aplica a las cosas con las que nos entretenemos. Aunque usualmente hay algo de provecho y algo dañoso en cada película, el uno no siempre es mayor del otro.
En Romanos 12:1 dice “Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto”. Para Pablo, la diferencia entre los que se conforman a este mundo y los que reflejan la semejanza de Jesús es lo que pasa en la mente. Como dice el refrán: “Cómo un hombre piense, así es,” y lo que decidimos ver nos afecta mucho la mente. Aunque nadie quiere ser legalista, hay que recordar que lo opuesto de legalismo es licencia. Lo bueno y lo correcto se encuentra en una categoría tercera: la sabiduría que busca lo virtuosos y evita lo malo.


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