Hace tiempo
escuché un sermón acerca del matrimonio. El pastor tenía muchas buenas cosas
para decir, pero hizo algo, o mejor dicho, no
hizo algo, y eso me molestó: no predicaba la Biblia. No es que predicaba
algo en contra de la Biblia, sino que él predicaba sin dar referencia a la Biblia en
ningún instante. No lo podía creer. ¿Cómo puede alguien predicar sin hablar de
la Biblia? Ni siquiera contó una historia de la Biblia. Todo lo que dijo (y
mucho de lo que dijo fue bueno) venía de él.
Hay un problema
con esto porque si este hombre se creía tan calificado para ponerse en el lugar
central del culto cristiano en lugar de la palabra de Dios, este hombre era
bien egoísta o tonto, pero de cualquier lado él blasfemaba al confiar más en
sus propios esfuerzos que en el poder de la palabra de Dios y su Espíritu
Santo.
Dice en Hebreos
4:12 que “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que las espadas
de dos filos, pues penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y
los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (RVC). Lamentablemente hay
muchas personas en la iglesia de hoy, incluso los pastores, que no creen que la
palabra de Dios sea “viva y eficaz” para persuadir a la gente y tocarles
emocionalmente para hacer un cambio en sus actitudes y acciones.
Como creyentes,
nosotros debemos de escuchar a predicadores que buscan explicar lo que la
Biblia dice y no a los que buscan mostrar tan inteligentes y experimentados
ellos son. Si escuchas a alguien predicar y puedes decir frecuentemente “¿Qué
tiene esto que ver con la Biblia?” o “¿Qué tiene esto que ver con el pasaje en
que estamos?” debes considerar buscar otra iglesia que sea más fiel a la palabra
de Dios.
Si eres pastor,
tú tienes la responsabilidad de someterte ante el Dios de quien es la palabra
que te atreves a explicar a la iglesia que también pertenece a él (cf. Santiago
3:1; Hechos 20:28). Nosotros, los que somos predicadores, tenemos que serle
fiel a Dios para anunciar su palabra y no cualquier cosa que nos entre en la
mente. “La palabra de Dios es viva y eficaz”. Lo que es mío no puede ser tan provechoso
como lo que es de él.
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