Al principio de 1 Samuel se encuentra el pueblo de Israel desorganizado y dividido. Aunque deberían de estar unidas en su pacto con Yahvé, las doce tribus estaban metidas en la idolatría y divididas políticamente. Los filisteos y otras naciones los oprimían. Dios había levantado a jueces para unificar al país y liberarlo de sus enemigos, pero Israel quedaba sin juez.
Poco antes la tribu de Benjamín casi fue erradicada por las otras tribus porque rehusaron entregar a unos violadores y asesinos para enfrentar a la justicia. En esos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía bien ante sus ojos.
Entonces vemos a una mujer que se llama Ana. La infertilidad, una consecuencia del juicio de Dios sobre su pueblo y una marca de vergüenza, había tocado a ella. Su marido, Elcaná, tomó a Penina como segunda esposa para que ella le dé hijos. Penina estaba celosa por el cariño que Elcaná mostró a Ana, se burlaba de Ana y de su esterilidad. Frente al dolor y la vergüenza que siempre la acompañaba, Ana casi no lo podía soportar.
El tabernáculo del Señor, el lugar escogido para adorar a Dios, se encontraba en Siló. La familia de Elcaná iba allí una vez al año para rendirle culto conforme a la Ley de Moisés. Una vez allí, la vergüenza de su condición y las burlas de Penina dejan a Ana abrumada. Lágrimas amargas mojan sus mejillas cuando ora a Dios, pidiéndole que se acuerde de ella y le conceda un hijo varón para quitar su vergüenza. Ella promete darle a Dios este niño para su servicio como nazareno. Quizás está pensando en la historia del último juez de Israel, Sansón (Jueces 13). Este nació a una mujer estéril como promesa de Dios y vivió toda su vida como nazareno, aunque aún él capituló a las prácticas inmorales de esa época.
El sumo sacerdote, Elí, vio a Ana mientras ella estaba orando y pensó que estaba borracha por su conducta, pero al saber de su situación, la bendijo y dijo, «Que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.»
Ella se sintió mejor después de este episodio y regresó con su familia a Ramá. Poco tiempo después se encontró embarazada. Dio a luz a un hijo varón, tal como ella había pedido al Señor, así que lo llamó Samuel, que significa “Pedido del Señor.” Dios la había quitado la vergüenza de su condición.