Admito que no siempre mantengo la perspectiva apropiada de la santidad de Dios. Es muy fácil cantar, “Eres santo”, “Santo, santo, santo” y “Santo es el Señor” en voz alta sin tener una actitud y acciones que hacen juego con mis proclamaciones. Si Dios es santo, ¿cómo nos debe afectar en la iglesia?
Hoy en día no es difícil encontrar a una persona que juega videojuegos en su iPhone o iPad durante el servicio. No es difícil encontrar a unas personas hablando de deportes en el atrio mientras el pastor predica la Palabra de Dios. No es difícil oír una persona criticar a otra por su ropa o compra o cualquier otra cosa cuando los cantantes hacen sus preparaciones.
Cuando Dios le habló a Moisés a través de la zarza ardiente, le mandó a quitarse las sandalias “porque estás pisando tierra santa” (Éx. 3:5). ¿Nos es una gran molestia apagar el celular o terminar la conversación para darle a Dios la atención y gloria que merece?
La santidad de Dios es algo incomprensible para nosotros. Él es perfecto, puro… y completamente distinto de toda su creación. Tal como mi esposa espera que yo no chequee mi cuento de Facebook durante la cena, Dios espera que nosotros le prestemos atención cuando venimos a adorarle. Cuando no podemos decir “no” a nuestras máquinas o nuestros amigos que quieren conversar, estamos diciendo que nosotros somos más importantes que el que nos creó.
Quizás esta semana tú y yo podemos congregarnos con el pueblo de Dios y darle a Dios la gloria que es suya. Sin distraernos por ídolos que fabricamos en nuestras mentes y que llevamos en nuestros bolsos. Él es digno de nuestra atención.
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