Acabo de leer un
librito gratis de John Piper llamado David
Brainerd: May I Never Loiter on my Heavenly Journey (David
Brainerd: Que Yo Nunca Holgazanee en mi Viaje al Cielo). Se trata de un
hombre joven que era misionero a los indígenas del noreste de lo que es los
Estados Unidos hoy en día. Aunque murió a los 29 años, su impacto ha sido
tremendo a través de su diario que fue publicado después de su muerte.
Sufría de tuberculosis,
una enfermedad de los pulmones que en ese entonces fue terminal. Muchas veces
en sus depravaciones se quejaba de su tos con sangre y el dolor extremo que
sentía en su cuerpo. Luchaba con la depresión y la soledad. Después de pasar
unos pocos años predicando el evangelio a los indígenas, pasó sus últimos días
en la casa de Jonathan Edwards. Cuando murió, Edwards organizó el diario de
Brainerd y lo publicó. Fue el libro más vendido de todo lo que Edwards publicó,
y ha sido una fuente de inspiración y ánimo para cristianos, especialmente
misioneros, por centenarios. Muchos se dedicaron a la proclamación del
evangelio por el testimonio de Brainerd.
Ninguno de
nosotros sabemos cuando nuestra vida se extinguirá. Pero Dios lo sabe y lo ha
planeado desde que antes de que existiéramos. El propósito de la vida de
Brainerd era predicar el evangelio, sufrir mucho, y servir como inspiración
para miles de cristianos que lo seguirían en la obra evangelística que queda.
Luego llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá, y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.Marcos 8:34-35, RVC
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