Alguien o algo tiene lugar de primera importancia. En los Estados Unidos, tenemos muchos leyes. Hay leyes estatales y federales, pero la ley de primera importancia no es nada más que la Constitución. En mi familia, aunque muchas veces dejo que mi esposa decida, la autoridad y responsabilidad para las decisiones es mi carga. Pero, ¿qué tiene lugar de primera importancia en cuanto a nuestra práctica y creencia como cristianos?
Algunos dicen que el Espíritu Santo tiene lugar de primera importancia. Otros dicen que las Escrituras tienen lugar de primera importancia. ¿Quién tiene razón?
Al principio entiendo como la gente puede pensar que es el Espíritu Santo. Pues, ¡es Dios mismo! La Biblia fue dada por Él. Ciertamente la Biblia, que es producto del Espíritu Santo, no puede superar la dirección de Él.
Pero hay un problema: ¿cómo sabemos si algo procede del Espíritu o no? Por ejemplo, conozco a gente que han dicho que Dios le confirmó que un amigo en el hospital iba a mejorarse, pero ese amigo murió unos días después. Obviamente esa “palabra” que recibió no fue del Espíritu. Pero si el amigo hubiera recuperado, ¿cómo sabría yo si fuera palabra de Dios o si la otra persona tenía suerte en su pronosticación?
¿O que de los asuntos de la fe? Un cristiano en la iglesia anciana dijo que el Espíritu había mandado que los viudos no pudieran casarse de nuevo y que no debieran escapar la persecución, sino buscar ser mártires. ¿Realmente fue mandato del Espíritu Santo?
Hay una cosa que siempre debemos recordar: el Espíritu nos dio la Biblia, y Él no miente. Así que Él no va a guiarnos en contra de lo que ya nos ha dicho. Por eso, las Escrituras deben tener primera importancia en cuanto a nuestra práctica y creencia como cristianos.
Lo que llamamos la dirección del Espíritu puede ser muchas cosas—un demonio, deseos carnales, sugerencias subconscientes, o su propio corazón. Jeremías 17:9 nos advierte: “Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?” Hay mucha gente que quiere evitar dar cuentos de sus acciones y ella usa el Espíritu Santo como excusa.
Cuando nosotros estudiamos la Biblia, nuestro lema es “Una Escritura nunca contradice otra Escritura.” Cuando buscamos la voluntad de Dios y queremos que su Espíritu nos guie, nuestro lema debe de ser “El Espíritu nunca contradice la Escritura.” Pues, la escribió.